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La chef brasileña más famosa del momento, que regenta dos restaurantes en París y abrirá el tercero en el Museo del Louvre, Alessandra Montagne echará raíces en Lisboa, Portugal. A ella le corresponde reestructurar toda la cocina de Cícero Bristot, que opera en Campo de Ourique. A partir de noviembre, el restaurante ofrecerá un menú elaborado por Alessandra, en un ambiente aún más exclusivo.
En lugar de tener capacidad para 40 personas, el restaurante sólo tendrá capacidad para 22 clientes. “Seremos un espacio más sofisticado, para un público internacional que, cuando esté en Lisboa, quiera salir de su casa o del hotel para comer en el restaurante”, afirma Paulo Dalla Nora, pernambucano, que hace dos años abrió Cícero en la capital portuguesa. atrás.
Desde un principio, Cícero Bristot buscó diferenciarse en el mercado, combinando gastronomía y arte. El restaurante alberga una colección representativa del pintor Cícero Dias, que da nombre al establecimiento. También se convirtió en un punto de referencia para las discusiones sobre Brasil. “Ahora tendremos una tercera vertiente, con mayor fuerza aún en la gastronomía”, afirma Dalla Nora. Dice que para darle un nuevo aspecto a la casa, que tendrá la marca Alessandra en la cocina, se invirtieron 40 mil euros (R$ 240 mil).
“Cambiamos todos los muebles y toda la vajilla y agregamos más obras de arte. Crearemos un lobby para recibir a los clientes, quienes tendrán más comodidad en el restaurante y un servicio personalizado”, detalla. “Queremos elevar el estándar en nuestro restaurante y elegimos invitar a Alessandra a estar al frente de esta nueva etapa. El contrato de dos años con el actual chef expiró, y eso terminó facilitando todo el proceso de cambio que está en marcha”, añade. “No seremos un restaurante sólo para brasileños, sino para todos los que gustan de una cocina sofisticada y diferenciada con toques brasileños”, añade.
Requisitos
Los contactos con Alessandra comenzaron en marzo de este año. Y, desde el principio, estuvo dispuesta a afrontar el reto de tener un espacio en Lisboa para desarrollar la cocina que conquistó al legendario chef Alain Ducasse. Sin embargo, hizo algunas exigencias. Primero, un cícero pasó tres meses en París aprendiendo todas las técnicas utilizadas en los restaurantes Tempero, que dieron fama al restaurante brasileño en Francia, y Nosso, recomendado por la Guía Michelin. Este rol recayó en Ana Carolina Silva, recién licenciada en gastronomía en Portugal y socia de Dalla Nora.
Alessandra, que está en Lisboa por segunda vez y regresará antes de la inauguración del nuevo Cícero, seguirá de cerca cada tres meses toda la marcha del proyecto. “La nueva carta está prácticamente lista”, asegura el dueño del restaurante. “Mantendremos el plato de carabineiro como plato estrella, pero con el toque de Alessandra y las curvas del cuadro de Cícero Dias”, enfatiza. “Creo que seremos uno de los únicos establecimientos en Lisboa que combinará arte con gastronomía sofisticada”, señala.
historia de superación
Alessandra Montagne, una mujer negra, nació en la favela Vidigal, en Río de Janeiro, pero creció en el pequeño pueblo de Poté, en Minas Gerais. A los 22 años se mudó a París sin hablar una sola palabra de francés. Sus amigos notaron, sin embargo, el talento de la brasileña para la cocina y la animaron a ingresar en una escuela de gastronomía.
Incluso sin suficiente dinero, decidió abrir un pequeño restaurante, Tempero. Al principio faltaban recursos para comprar ingredientes para elaborar los platos. La comida, sin embargo, era tan buena que, poco a poco, el restaurante empezó a tener colas de clientes y a atraer un público dispuesto a comer las delicias preparadas por Alessandra.
El condimento brasileño combinado con la cocina francesa resultó en una combinación perfecta. Tanto es así que Alain Ducasse, que fue a probar la comida preparada por Alessandra, la adoptó como alumna. Recientemente, el brasileño fue el responsable de todo el menú servido en los Juegos Olímpicos de París. Los dos restaurantes de cocinero emplean a 25 personas y tienen una huella íntegramente ecológica, en la que la palabra residuo no existe.
Siempre que puede suele recordar que el Ayuntamiento de París intentó multarla por tener un contenedor de compost (para tirar verduras, frutas y otros elementos orgánicos que se convierten en fertilizante) dentro de la cocina de su primer restaurante. Años más tarde, Francia creó una ley que obliga a las empresas y residentes del país a tirar la materia orgánica en contenedores específicos o a hacer compost en casa.