Los Estados de Vanuatu, Fiji y Samoa, tres islas del Pacífico fuertemente amenazadas por cambio climáticopresentó el lunes una propuesta a la Corte Penal Internacional (CPI) para reconocer el “ecocidio” (destrucción ambiental masiva) como un crimen según el derecho internacional, junto con el genocidio y los crímenes de guerra.
La propuesta define el “ecocidio” como “actos ilegales o negligentes cometidos a sabiendas de que existe una probabilidad sustancial de que estos actos causen daños graves, generalizados o de largo plazo al medio ambiente”. Esta definición fue presentada en 2021 por el Panel de Expertos Independientes para la Definición Legal de Ecocidio, por mandato de la Fundación Stop Ecocidio, según la declaración de la iniciativa.
Esta propuesta para enmendar el Estatuto de Roma para incluir el crimen de ecocidio fue presentada formalmente por el archipiélago de Vanuatu al Grupo de Trabajo sobre Enmiendas de la Asamblea de la CPI y fue copatrocinada por Fiji y Samoa.
El proceso de análisis y debate que puede materializarse (o no) en el reconocimiento del ecocidio como crimen internacional podría durar casi una década.
Impulso internacional
El copresidente del Panel de Expertos Independientes para la Definición Legal de Ecocidio, Philippe Sands, considera que “hay un claro vacío en el Estatuto de la CPI” y que, con esta propuesta, “el ecocidio está ahora firmemente en la agenda, una momento vital y necesario para un derecho internacional efectivo”.
Citado en la declaración Stop Ecocidio, el profesor de Derecho del University College de Londres describe que este momento “refleja un reconocimiento cada vez mayor de que la destrucción ambiental grave merece la misma responsabilidad jurídica que otros crímenes internacionales graves que se centran en los seres humanos”.
“Invito a los Estados miembros a apoyar esta iniciativa, a reconocer que el Estatuto de Roma, tal como está escrito, no aborda adecuadamente los daños ambientales y que este es un momento de cambio generacional, necesario para salvaguardar nuestro medio ambiente y señalar a las generaciones futuras que el mundo está realmente comprometidos a hacerlo”, apela Philippe Sands.
Alcance limitado
Creada en 2002, la CPI es el único tribunal con competencia para juzgar los cuatro crímenes internacionales más graves: crímenes de lesa humanidad, genocidio, crímenes de guerra y agresión. El mandato de la CPI cubre sólo los 123 estados miembros que han ratificado el Estatuto de Roma, lo que excluye a varios de los principales emisores globales, como Estados Unidos, China, India y Rusia.
El ecocidio estaba sobre la mesa cuando se creó la CPI, con la amenaza a la salud o la supervivencia de una población como condición, pero acabó siendo excluido durante la votación final sobre los crímenes que serían competencia de la corte al final de la década de 1990.
Según la actual propuesta de ecocidio, las personas que ocupan altos cargos de toma de decisiones podrían ser consideradas penalmente responsables si sus acciones resultan en daños ambientales graves, como derrames de petróleo o productos químicos, la tala de bosques tropicales primarios o accidentes nucleares transfronterizos. En otras palabras, si tiene éxito, el cambio podría permitir el procesamiento –y castigo– de directores de grandes empresas contaminantes o jefes de Estado.
El ecocidio ya está castigado en Europa
La CPI no es el único escenario donde se ha luchado para convertir el ecocidio en un delito, siendo cada vez más visible el apoyo a este tipo de leyes.
A principios de 2024, Bélgica reconoció el ecocidio como delito, y ya se aprobaron leyes similares en Chile y Francia. Según la iniciativa Alto al Ecocidio, las propuestas de legislación sobre ecocidio avanzan en países como Brasil, Escocia, Italia, México y Perú.
En Portugal, en las elecciones legislativas de este año, el PAN incluyó en su programa electoral la propuesta de consagrar el delito de ecocidio.
En la revisión de la Directiva europea sobre delitos medioambientales, concluida en noviembre del año pasado, la Unión Europea pasó a considerar “delitos calificados” como “conductas equiparables al ecocidio”, como los grandes incendios forestales o la contaminación generalizada del aire, el agua y el agua. y el suelo, lo que conduce a la destrucción de un ecosistema.
Apoyo popular
La semana pasada, una encuesta mostró que casi tres de cada cuatro personas (72%) encuestadas en 18 países del G20 -los más ricos del mundo- están a favor de tipificar como delito aprobar o autorizar acciones que causan graves daños a la naturaleza y al medio ambiente. clima por el gobierno o líderes de grandes empresas.
La encuesta Global Commons Survey 2024 fue realizada por Ipsos a solicitud de las entidades Earth4All y Global Commons Alliance.
En el Parlamento Europeo, que ha sido escenario de polémicas por cuestiones climáticas, la revisión de la directiva contra los delitos medioambientales fue adoptada con 499 votos a favor, 100 en contra y 23 abstenciones.
pregunta existencial
El primer llamamiento al reconocimiento internacional del ecocidio ante la Corte Penal Internacional lo hizo hace cinco años, en 2019, Vanuatu, un archipiélago de 80 islas en Oceanía. El hecho de que esta propuesta haya sido presentada ahora con el apoyo de Fiji y Samoa, otras naciones insulares del Pacífico, demuestra el papel central de estas cuestiones para los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), que corren un riesgo existencial.
“Las pérdidas y los daños medioambientales y climáticos en Vanuatu están devastando nuestra economía insular, sumergiendo nuestro territorio y amenazando los medios de vida”, advierte el enviado especial de la República de Vanuatu para el cambio climático y el medio ambiente, Ralph Regenvanu.
Esta “tragedia”, describe, “la comparten muchas pequeñas naciones insulares que, a pesar de ser las menos responsables de la crisis, son las que más sufren sus impactos”.
“Vanuatu considera imperativo que la comunidad internacional se tome en serio esta conversación”, refuerza el enviado especial, que pide a otros Estados que “tomen nota” del apoyo sustancial de la sociedad civil de todo el mundo a esta iniciativa. “El reconocimiento legal de daños ambientales graves y generalizados tiene un potencial significativo para garantizar la justicia y, fundamentalmente, para evitar una mayor destrucción”.