Según la Constitución y la ley, la competencia para aprobar el Presupuesto del Estado corresponde a la Asamblea de la República y no al Gobierno. El Gobierno envía la propuesta de Presupuesto al Parlamento y corresponde al Parlamento aprobarlo o rechazarlo, mediante un proceso de elaboración con propuestas más o menos particulares de cambios y alternativas a la propuesta inicial, hasta su votación global final. Por tanto, la acusación de que el PS quiere gobernar en lugar del Gobierno, a través de exigencias relativas al Presupuesto del Estado, es absurda. La gobernanza como proceso de elaboración del presupuesto es, en términos de su decisión definitiva, de naturaleza parlamentaria, es decir, depende de un presupuesto que es resultado de la deliberación y decisión de la Asamblea de la República. Que los partidos quieran cambiar la propuesta de Presupuestos del Estado es lo más normal en el mundo democrático y resulta impactante escuchar y leer a tanta gente cuestionando objetivamente esta prerrogativa constitucional.
La gobernanza no es exclusiva del Gobierno. La gobernanza resulta de la relación intrincada y a veces fluida entre el Gobierno, el Parlamento, la Presidencia de la República e, incluso, los tribunales comunes. La comprensión de los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo, moderador, por el Presidente de la República, y judicial) de forma rígidamente esencializada, sin relaciones entre ellos, es resultado y generador de confusión y populismo salvaje, que deterioran la democracia. . El Gobierno legisla abundantemente; a su vez, la Asamblea de la República configura y determina funciones y acciones concretas del Estado, que el Gobierno ha de realizar en forma puramente administrativa; el Presidente de la República es parte integral del proceso legislativo, promulgando, vetando y/o consultando al Tribunal Constitucional sobre la constitucionalidad de leyes y decretos (cuando no coordina directamente, aunque discretamente, los cambios de los decretos con el Gobierno); Los tribunales pueden, en muchas circunstancias, impugnar la constitucionalidad de las leyes ante el Tribunal Constitucional y posponer la aplicación de las normas hasta la decisión del órgano constitucional. Como sabemos, o deberíamos saber, los órganos de soberanía son entidades separadas pero interdependientes, y no entidades esféricamente cerradas, sin relaciones.
Si el Gobierno no tiene mayoría en la Asamblea de la República, le corresponde negociar decisiones parlamentarias o, si no quiere, dimitir o presentar una moción de confianza. Lo que no tiene sentido es comportarse como si tuvieras una mayoría que no tienes y quejarte de que no te dejan hacer lo que constitucionalmente no puedes hacer.
Lo que está haciendo el Gobierno, apoyado por una falange sesgada de comentaristas, es confundir a los portugueses con la idea de que por ser “el Gobierno” debe poder ejecutar su Programa de Gobierno. Pero las cosas no son así.
El Programa de Gobierno del “Gobierno” sólo puede implementarse en la medida en que cuente con mayoría en la Asamblea de la República y no basta con que haya sido viabilizado al momento de su investidura. Si el Gobierno no tiene mayoría en el Parlamento, también tiene que ejecutar el “Programa de la Oposición”, en la parte en la que así lo decida, negociando las medidas globales a implementar. Si no quiere hacerlo, dimita o presente una moción de confianza. No puede engañar a los portugueses diciendo que no le dejarán gobernar, cuando gobernar consiste, a falta de mayoría parlamentaria, en aplicar parte de sus medidas y parte de las de la oposición.
Lo más extraño de esta extraña concepción de los poderes del Estado por parte del Gobierno y sus partidarios es que conduce a la aniquilación de la oposición, a pesar de que tiene casi la misma representación parlamentaria que los partidos que apoyan al Gobierno. En otras palabras, la impresión que da es que el Gobierno, en el fondo, preferiría que la oposición no se opusiera y se acercara enteramente al Gobierno, en un solo grupo, rodeado de extremistas antisistémicos por todas partes.
Un “banco único”, un IRS violentamente desigual y un IRC que favorezca a una minoría de bancos y grandes empresas de distribución sería un error de magnitud sistémica para el sistema de partidos portugués y para el PS en particular. Y llegaría el día en que los extremistas serían la única alternativa al partido parlamentario único. No, gracias.
El autor escribe según el nuevo acuerdo ortográfico.