Sólo fueron necesarios 30 minutos en coche, con algunas subidas y curvas, para que la sensación térmica bajara bruscamente. El cielo lleno de nubes y el viento fresco transformaron el sol y el calor que habíamos dejado atrás, en Funchal, en una especie de espejismo. Mientras nos abrochamos los abrigos y nos envolvemos las bufandas alrededor del cuello, nos dejamos consolar por la idea de que el frío tiene su lado positivo. “Es bueno para las truchas, se mantienen más tranquilas”, anuncia Fábio Sousa, antes de conducirnos a los tanques donde se producen estos peces. Heredó el saber hacer de su padre y, a sus 35 años, apuesta por seguir produciendo truchas de la forma más natural posible. “Recibimos el agua directamente del manantial y no utilizamos productos químicos para lavar los tanques”, asegura este productor de Seixal, un pueblo situado en el norte de Madeira. Todo esto, junto con una dieta “sin esteroides ni antibióticos”, da como resultado una “trucha de calidad superior”, afirma. José Diogo Costa, cocinero El ejecutivo creativo de Reid’s Palace, confirma: “Son fantásticos, por eso aparecen en uno de los platos de William, nuestro restaurante con estrella Michelin”.
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